No es azaroso que los líderes de proyectos totalitarios descalifiquen como “teóricos” y “complicados” estos cuestionamientos y enaltezcan las virtudes de “las almas sencillas”. Precisan hordas de consumidores fáciles de conducir, cuando sea conveniente, al enfrentamiento con algún otro.
En contraste, la historia de las ciencias y las artes demuestra que el estímulo democrático a estudios, análisis y debates desarrolla capacidades en individuos y comunidades y permite la elección en libertad, de mejores y más felices destinos.
Para evitar que la ciudadanía sea manipulada en contra de sus propios intereses, debería estar preparada para detectar, al menos, las contradicciones y ocultamientos más obvios del discurso, hoy mediático, e identificar a quienes trabajan en dirección a las soluciones y a quienes juegan al tero.
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3/4/14
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